Perugia
– Asís – Roma
Este será nuestro segundo viaje a tierras italianas
(el primero nos llevó a Venecia, callejeando
como verdaderos músicos vagabundos con licencia
del gobierno chileno).
Por cierto fue un encuentro muy ansiado por dos grandes
razones. Uno: la participación en la fiesta
medieval Calendimaggio en Asís y dos: la Audiencia
Papal en el Vaticano, frente de la catedral San Pedro.
No obstante quiero referirme sólo en el segundo
acontecimiento en lo fotográfico, en el link
de Italia 2000 pueden encontrar las fotos de la fiesta
en Asís.
Las ganas, ansias, emociones, devociones y la suma de
todo nos llevaron a la Piazza San Pietro, un día
miércoles 14 de mayo: la espera bajo un sol radiante,
ver como se llena la plaza de gente con banderas de
todo el mundo, nosotros “escoltados” por
unos guardias, traspasando barreras tras barreras, quedando
sorpresivamente en primera fila con otros 3 o 4 grupos
musicales, bajo los escalones en diagonal frente al
baldaquín papal. Los aplausos y gritos finalmente
anuncian la llegada del “papamóvil”
y se baja prácticamente frente a nosotros el
Santo Padre. Todos los idiomas resonaron ese día,
pero nos recordaremos para siempre del “un saludo
para los fieles de Chile, en especial al grupo Calenda
Maia”. Después con el permiso pertinente
pudimos subir y Juan Pablo II nos saludó uno
por uno, y, como si fuera poco, tocamos nuevamente en
el momento que el Papa se retira caminando. Hay una
foto muy emocionante de ese preciso momento.
Fue un día muy significativo para todos, y lo
recuerdo aún más deseando e incluyendo
a nuestros cantos y oraciones la salud del Papa, (a
la fecha ya falleció nuestro Santo Padre, que
en paz descanse).
Abajo viene un artículo que salió en El
Mercurio, Actividad Cultural, el día 26 de mayo
de 1997 escrito por José Miguel Izquierdo.
Saira - Miriam Gusella
Texto Artículo “El
Mercurio”
"Renacimiento de Calenda
Maia"
Tres días de fiesta en Asís, conciertos
frente al Papa y en escenarios de magnífica solemnidad
dieron elementos de renovación a este grupo musical
chileno
El Calendimaggio es un espectáculo único
en el mundo. Durante los primeros días de mayo,
la ciudad italiana de Asís se viste con atuendos
de los siglos XII y XIII, mientras el pueblo se
divide en dos bandos, tratando de revivir el espíritu
de la fiesta medieval que celebraba la llegada de
la primavera.
El conjunto musical chileno Calenda Maia fue bautizado
con la misma intención con que los italianos
celebraban el florecer del hombre y la naturaleza. Atraídos
por la espiritualidad medieval de este festejo, los
nueve integrantes emprendieron una aventura de quince
días que les permitió vivir un verdadero
renacimiento.
Rafael Egaña, responsable de la organización
del viaje e integrante de conjunto, definió la
experiencia como “una oportunidad en que todo
nuestro ideal de medioevo se vio concreto y real. Crecimos
y aprendimos mucho en el contacto directo con lo que
hemos querido representar durante nueve años.”
Todo comenzó el 4 de mayo cuando partieron rumbo
a tierras europeas. El primer concierto fue en la ciudad
universitaria de Peruggia, donde recibieron la primera
sorpresa. “La gente coreaba los temas. Pararon
varias veces el concierto con sus ovaciones”.
“Resultó que nuestros conciertos eran como
si vinieran italianos a tocar tonadas típicas.
Al Entrada del Temps Clar y Saltarello eran canciones
que todos conocían y disfrutaban mucho”,
continúa emocionado el cantante.
Después de este primer impulso, crecieron las
expectativas de la gira. Al día siguiente –
6 de mayo – viajaron a Asís, donde comenzaron
los preparativos para los conciertos que realizaran
antes de iniciar la fiesta. Aún existía
la incertidumbre frente a la posibilidad de tocar
mientras los celosos habitantes renovaban la bienvenida
de la primavera.
“Al llegar a la pequeña ciudad, el presidente
del Calendimaggio los recibió para realizar
un concierto nocturno. “Era la prueba de fuego.
Por primera vez tocábamos frente a gente que
durante años, se prepara por meses para la
fiesta medieval. A ellos no les vienen con cuentos,
cualquier error se notaría. Tocamos con todo
ese nerviosismo y, al final, fue tan bueno que el
presidente del evento, Próspero Calzolari, no paró de
felicitarnos”.
Tanto fue el agrado de los organizadores que Calenda
Maia ocupó un lugar especial en la apertura.
Tras presentar a los bandos, el Alcalde entregó
las llaves de la ciudad a un maestro de ceremonias
que presidía los tres días de fiesta.
El personaje principal de la fiesta entró a
la plaza central escoltado por el conjunto chileno
que portaba su bandera al estilo medieval: ”La
cortamos con flecos y la colocamos sobre un estandarte.
Así nos convertimos
en verdaderos embajadores, demostrando que en Chile
también existe el interés por el aspecto
humano del medioevo”.
Después del traspaso de mando, los chilenos –
con la bandera en el fondo – realizaron un concierto
en la Piazza del Comune, el centro del certamen.
La férrea competencia que se establece durante
los tres días entre los dos equipos, obligó
al jurado a impedir que el conjunto participara con
su música junto a alguna de las facciones mientras
se realizaba el encuentro. Sin embargo, no faltó
la oportunidad par compartir con los lugareños.
El grupo de los abajo – sotto – invitó
al conjunto a comer en una de las tabernas medievales
ubicada en su sector, donde Calenda Maia acudió
con sus instrumentos e interpretó ritmos que
aluden a Baco, dios del vino. Egaña reconoció
que “no faltaron momentos para celebrar”.
De vuelta en Roma les esperaban las presentaciones
en la iglesia de santa María in Trastevere (siglo
XII d.C) y una presentación en el Instituto
Italo-Latinoamericano de Cultura.
“Había cansancio y sentimiento de que
todo estaba visto. Pero el ambiente de la tradición
nos motivó para hacer las mejores presentaciones”.
Era el 14 de mayo, día en que estaba organizada
una audiencia pública con el Santo Padre,
quien saludó especialmente a los chilenos.
El conjunto entregó una breve muestra de
su música
y el Papa volvió a responder enviando a uno
de sus secretarios para retener a los músicos
que pudieron tocar para el Santo Padre, quien siguió
el ritmo de las canciones con su bastón.
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